Omnipotencia, ausencia de límites

Así decía el estribillo de una de las canciones más conocidas de Queen lanzada en el año 1989 como una premonición de los tiempos actuales, la premisa de “lo quiero todo, y lo quiero ahora” como condición de posibilidad para ser feliz.

Son diversas las preguntas que emergen al reflexionar sobre este deseo tan habitual en la actualidad pero las que me interesan en especial son dos. La primera se refiere al origen: ¿de dónde procede este deseo de quererlo todo de manera inmediata? Y la segunda pregunta es práctica: ¿hasta dónde debemos establecer los límites de los asuntos en disputa?

Para la primera pregunta me apoyaré en el filósofo Vicente Serrano y su libro La herida de Spinoza, premio Anagrama de ensayo en 2011, donde a partir de la noción de felicidad en Spinoza revisa algunos elementos de su pensamiento sobre los afectos, la ética o la política y realiza una propuesta sobre la omnipotencia que comparto en gran medida y que resumo a continuación.

Antes de la modernidad/ posmodernidad, se disponía de una visión del mundo donde el individuo estaba integrado en la totalidad de la naturaleza y, por tanto, dentro de sus límites, y donde la religión y la divinidad suponían el infinito. Tras esta visión, desde la modernidad el individuo ha adoptado una visión donde la naturaleza es un recurso para su voluntad de poder y donde la religión ha sido sustituida por una corriente ideológica que defiende, a su vez, el fin de las ideologías (expresión acuñada por Slavoj Zizek) y donde la omnipotencia y el deseo sin límite del ser humano marcan el camino a seguir para la plenitud y felicidad en la vida. Hasta llegar a esta ideología del fin de las ideologías que, continuamente, se apropia de las ideologías o discursos que aparecen, durante etapas sucesivas la religión fue sustituida por otras ideologías que se beneficiaron del trayecto recorrido hasta entonces, del vacío dejado y por la oportunidad que representaba este espacio para dirigir la voluntad de poder del individuo. Esta oportunidad ha sido aprovechada por las ideologías con independencia de su carácter, ya sea comunismo, fascismo o capitalismo, el sistema imperante en la posmodernidad. Esta voluntad de poder omnipotente que subyace bajo las ideologías y el vacío de las religiones constituye la estructura profunda de una nueva realidad que como Vicente Serrano defiende no se pueden llamar ni religión ni ideología pero cumple las funciones de ambas.

Claro está, podemos poner en duda esta argumentación y descargar sobre el capitalismo toda la responsabilidad de la infelicidad del ser humano al ser la ideología vencedora en este momento, y siempre puede quedar la duda de hasta qué punto la ideología del fin de las ideologías apuntada por Zizek no surgió de manera externa al capitalismo sino que surgió como un mecanismo para su autodefensa. Sin embargo, en el argumento anterior existe un elemento común y compartido de manera transversal por personas que, políticamente, se sitúan tanto a la izquierda como a la derecha y constituiría la estructura profunda propuesta por Serrano: el deseo de ausencia de límites y de omnipotencia como ejercicio de libertad para ser feliz.

La segunda pregunta está (aún) más abierta a discusión según los asuntos sobre los que se pretendan establecer límites o problematizar los existentes, en especial, porque ocupan muchos de los titulares de noticias actuales y aparecen como efectos de la omnipotencia en nuestra sociedad.

Una de ellas está relacionada con el dinero y el precio de las cosas en el contexto del sistema neoliberal donde si se dispone de la cantidad necesaria todo se puede adquirir. Lo más habitual pueden ser objetos materiales o servicios, con frecuencia innecesarios. Además, es curioso cómo ante la imposibilidad de poder adquirir la propiedad de numerosos bienes por su precio por parte de muchas personas con salarios insuficientes (o precarios), la posibilidad de llegar a estos bienes mediante servicios compartidos con otros usuarios, alquileres, etc. se muestra como un factor de progreso, libertad y un logro social más allá del sistema capitalista que permite, de esta manera, que cualquier persona rompa las limitaciones del consumo y acceda a comprar, prácticamente, lo que desee. El establecimiento de un límite aquí sería reflexionar hasta qué punto son necesarias muchas de las cosas que compramos o podríamos prescindir de ellas. Este ejemplo es un debate abierto desde hace tiempo y mientras no llegamos a ninguna conclusión compramos y compramos y compramos y compramos…

Un paso adelante en la omnipotencia del consumo se relaciona con el cambio en la percepción naturaleza: de límite a recurso disponible para el deseo del ser humano. Respecto al caso anterior este debate sobre la naturaleza como recurso (normalmente, asociado a tener el dinero necesario para adquirirlo) está muy vibrante, por ejemplo, la compra de la gestación. ¿Debe una mujer que hace tiempo superó su edad fértil renunciar a ser madre mediante un vientre de alquiler?, ¿debe renunciar una pareja del mismo sexo a tener descendencia en el seno de esa pareja?, ¿debe igualmente una sola persona renunciar a tener descendencia? Establecer un límite es complicado, y aún más que sea compartido entre países y legislaciones. Además, también se podría continuar cuestionando: ¿debería renunciar una pareja heterosexual a tener descendencia si uno de los dos es estéril? El debate ético sobre la conveniencia o no de estás prácticas está en las noticias y quizá se llegue a establecer algún límite pero ¿se terminará anestesiando el debate como en el ejemplo anterior y la compra de gestaciones continuará y continuará hasta que su práctica repetida se perciba como éticamente buena?

Otros ejemplos de omnipotencia y naturaleza próximos a la gestación son la libre elección de género reduciendo el sexo a una característica física de nacimiento no determinante. Este asunto, también de una enorme polémica y falta de consenso, muestra el deseo de romper cualquier limitación y de poder decidir sobre cualquier aspecto de nuestro organismo incluso sobre algo tan dado por supuesto como el sexo con independencia de la orientación o preferencia sexual que se tuviera. El debate actual ha alcanzado niveles agresivos y polarizados y, actualmente, resulta difícil definir límites cuando ni siquiera existe acuerdo aún sobre las nociones de sexo y género e incluso los defensores de una opción u otra saltan de una acepción a otra libremente según les interesa para la fortaleza de sus argumentos.

Un último ejemplo de omnipotencia y naturaleza es la (in)mortalidad. No solo se busca vivir con el máximo bienestar posible sino, cada vez con mayor frecuencia, se habla de tratamientos e investigaciones para aumentar nuestra esperanza de vida en un estado como si tuviéramos veinte años, con la máxima juventud y energía posibles (y si es posible con dinero para consumir). Es de esperar que el debate, aún incipiente, aumente en los próximos años y que esté más próximo al debate de la compra de gestación puesto que no es previsible que estos tratamientos sean accesibles económicamente para cualquier persona, ¿dónde debería estar el límite? O quizá, de nuevo, ocurra igual que con la compra de gestación y el debate entre en una espiral sin final mientras que, por ejemplo, dictadores o personas indeseables puedan vivir más años con plena vitalidad para disgusto y horror de quienes no podemos acceder a estos tratamientos.

El último ejemplo de omnipotencia es la libertad de expresión, uno de los que genera mayores contradicciones: quiero decir lo que sea sobre lo que desee en todo momento pero nadie puede decir algo sobre mí que me haga sentir herido o que entre en conflicto con mis pensamientos. Situación que se complica cuando los discursos están sometidos a continuas reinterpretaciones, con frecuencia sesgadas, y tampoco se acepta la capacidad de mutar o modificar un punto de vista respecto a comentarios emitidos años atrás (quizá porque la mutabilidad permanece en la dimensión de la naturaleza). La paradoja en este ejemplo reside que mientras la contradicción inherente a una libertad de expresión sin límites para todos puede suponer un riesgo para la existencia de la propia libertad de expresión, ¿dónde establecemos los límites en esta situación?

Hasta aquí os comparto algunas reflexiones sobre la omnipotencia que, en especial, están más presentes por las noticias de celebrities y gestación pero que puede aplicarse a numerosos escenarios y, desgraciadamente, no dejará de crecer.

También existen otras repercusiones en la sociedad derivadas de este deseo omnipotente como son el incremento de personas extremadamente narcisistas e hipersensibles, la aparición del concepto de economía sostenible para garantizar el crecimiento constante pero pareciendo que se realiza de manera cuidadosa, el vacío dejado por la religión ha sido llenado por elementos que actúan como pseudoreligiones supliendo la búsqueda de trascendencia por las ideologías políticas, la acumulación de dinero, las corrientes de gestión empresarial, la autoayuda, la meditación, el ecologismo, el deporte, etc. y la ausencia de límites es una variable común en todas ellas.

Y después de todo esto, ¿cuál es la conclusión?, ¿qué podemos hacer?, ¿qué hacemos para vivir en armonía?, ¿lo más parecido a ser feliz? Sinceramente, no lo sé. Sí creo que es necesario reconocer  los límites del ser humano y de sus acciones e interacciones en la sociedad y, como defendía Spinoza, comprender la finitud del ser humano y su participación en la totalidad del mundo. Eso ya es un primer paso, y a partir de aquí, cuando tenga más avances, los contaré.

I want it all, and I want it now

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