Caminando en la calle me encontré con el grafiti de la fotografía: “Nature hates equality” (la naturaleza odia la igualdad). Un poco más tarde, en una calle paralela, lo volví a ver repetido. Si la primera vez me llamó la atención, la segunda me hizo reflexionar sobre el interés y esfuerzo de alguien en recortar una plantilla para hacer el grafiti estilo Banksy, pero en malo, con el objetivo de ensalzar la desigualdad, lo contrario de odiar la igualdad es amar la desigualdad.
Claramente, parafraseando a Bizarrap 53, quien ama poco la igualdad en la sociedad es el autor del grafiti, sin hablar de las paredes ajenas, que se la traen al pairo. Y ese sentimiento de odio lo proyecta a la naturaleza para elevarlo, dado el carácter natural, a una verdad universal.
PROYECCIÓN, PROYECCIÓN, PROYECCIÓN…numerosos problemas y discusiones proceden de la proyección de los sentimientos y pensamientos del ser humano a la realidad que percibe. Investigar la naturaleza y establecer unas reglas que nos ayuden a entenderla y a manejarnos en el mundo es una proeza pero cuando esas reglas se quieren traspasar, ignorar o suplantar por la proyección humana llegamos a situaciones conflictivas o, cuando menos, absurdas.
En este caso, las reglas y ciencias nos proporcionan una interpretación del funcionamiento de la naturaleza pero la naturaleza no ama ni odia o, al menos, no alcanzamos a poder saberlo. Desde un punto de vista humano, demasiado humano, siguiendo a Nietzsche, podemos percibir los fenómenos de la naturaleza como violentos, agresivos o como productores de desigualdad, pero no deja de ser una inferencia emocional de los seres humanos concluir que la naturaleza siente odio por la igualdad y actúa en consecuencia. Desgraciadamente, es el ser humano quien odia, actúa en consecuencia, incluso para exhibirlo con orgullo en grafitis, y lo proyecta en su percepción del entorno.